A
propósito de la exposición que se presenta en el Museo de Arte Contemporáneo,
llamada Una suma de actualidades, encontramos el grabado en Chile
no como una técnica secundaria frente a la pintura o escultura, sino como eje
fundamental en la historia del arte chileno. La muestra completa comprende más
de 200 obras provenientes de la colección del museo.
Por
Carola Arriagada. Teórica del arte / Chile.
En un recorrido inédito de la memoria de las artes visuales en Chile y
Latinoamérica, nos enfrentamos a una suma de obras que articulan diversos
estilos artísticos y estéticos, en un trascurrir a través de la historia del
país, que reflejan tanto aspectos sociales, políticos, como culturales.
Para adentrarnos en antecedentes de la historia académica del grabado en
Chile, dos representantes del grupo Montparnasse, Luis Vargas Rosas y Camilo
Mori, realizaron algunos trabajos en grabado el año 1917. Un año importante en
la divulgación del conocimiento del grabado fue en 1927, cuando Julio Ortiz de
Zárate regresó a Chile después de pasar un periodo estudiando en Europa,
adquiriendo una instrucción importante de la técnica del grabado, por esta
razón es invitado por la Universidad de Chile para realizar una cátedra en la
Escuela de Bellas Artes.
Después de cursar estudios de arte en Francia, Marco A. Bontá regresó a
Chile en 1931, y ese año fue nombrado profesor jefe del primer Taller de
Grabado de la Escuela de Artes Aplicadas de la Universidad de Chile, donde fue
profesor durante tres décadas. En su taller se formaron los primeros artistas
grabadores chilenos: Carlos Hermosilla, Francisco Parada, Pedro Lobos, y con
posterioridad Julio Escámez, Viterbo Sepúlveda y Julio Palazuelos.
Consecutivamente, en la época de los cuarenta, comienza a funcionar como tal,
el taller de grabado de la Universidad de Chile.
Nemesio Antúnez después de su estadía en Europa y EE.UU., funda el Taller 99 en Santiago en 1956, inspirado en su experiencia en el Atelier 17 que dirigía Hayter en Nueva York. El proyecto Taller 99 se constituyó fuera de la academia y buscó desarrollar un tipo de obra con procesos de producción y distribución alternativos. El taller pretendía ofrecer la técnica del grabado a artistas ya formados, y que quisieran desarrollar nuevas ideas e imaginería con las posibilidades que esta práctica les otorgaba.
Nemesio Antúnez después de su estadía en Europa y EE.UU., funda el Taller 99 en Santiago en 1956, inspirado en su experiencia en el Atelier 17 que dirigía Hayter en Nueva York. El proyecto Taller 99 se constituyó fuera de la academia y buscó desarrollar un tipo de obra con procesos de producción y distribución alternativos. El taller pretendía ofrecer la técnica del grabado a artistas ya formados, y que quisieran desarrollar nuevas ideas e imaginería con las posibilidades que esta práctica les otorgaba.
El éxito del taller hizo historia en el quehacer artístico chileno,
elevando el rango del grabado a un nivel de primera línea en Sudamérica, según
comentó otrora el propio Antúnez. De ahí surgió un trabajo colectivo de los
participantes, que además se convirtió en amistad profunda. Algunos de los
artistas que participaron del taller fueron Roser Bru, Dinora Doudtchitzky,
Santos Chávez, Eduardo Vilches, Pedro Millar, Jaime Cruz, Luz Donoso y Delia
del Carril. Fue la época más fecunda de esta disciplina, tal y como señaló Jaime
Cruz en su libro La memoria del grabador.
En el año 1959, la Universidad Católica de Chile se convirtió en la
sucesora del Taller 99. Sergio Larraín le ofreció a Nemesio Antúnez
la dirección de la Escuela de Arte, junto a Mario Carreño, “dos nerudianos que serán paradójicamente elegidos para
fundar un espacio de contrapeso al dominio de la izquierda liberado por Balmes
en la Facultad de Artes de la Universidad de Chile”, como argumenta Mellado en La novela chilena del grabado.
En los años sesenta, en Chile se genera una proliferación de obras de
grabadores, lo que en forma recíproca se venía desarrollando en todo el
continente. Bajo este contexto se llevan a cabo las Bienales Americanas de
Grabado, entre los años 1963 a 1970, en los Museos de Arte Contemporáneo y de
Bellas Artes de Santiago. El movimiento que se desarrolló aquí a nivel
artístico resultó un medio de gran competencia y vigor para los intereses
ideológicos, sociales y artísticos de la sociedad chilena del momento.
Un personaje fundamental en estas bienales, por su contribución en la
gestión y organización, fue Nemesio Antúnez, que en ese momento era el director
del MAC. Antúnez tenía un particular interés en este proyecto, ya que los
artistas chilenos participantes eran o habían sido integrantes del taller de
grabado que él había fundado.
Es así, como en la muestra Una suma de actualidades,
específicamente en el nivel 2 del museo, encontramos las obras agrupadas de
acuerdo a eventos históricos y contingencias establecidas, como lo fueron las
Bienales Americanas de Grabado, los Salones de Estudiantes de la Facultad de
Artes de la Universidad de Chile y las creaciones donadas por el Frente de
Acción Popular (FRAP) a mediados de los años sesenta.
Conocer el arte chileno es reconocer nuestra historia, lo que se
evidencia en los grabados de la época de los sesenta, donde el quehacer
artístico estaba involucrado con la contingencia e ideales que ese periodo
buscaba salvaguardar. También es interesante observar que, si bien el grabado
ha sido jerarquizado en muchas oportunidades como el hermano menor de la
pintura, fue durante los sesenta cuando proliferó y llegó a un nivel de primera
línea en el medio artístico local.
https://www.arteallimite.com/2015/11/una-suma-de-actualidades-el-grabado-en-chile/
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