Vivian Maier. La Fotógrafa Revelada se llama la muestra inaugurada
recientemente bajo la curatoría de Anne Morin, que se presenta en el Centro
Cultural de Las Condes y en el Espacio ArteAbierto de Fundación Itaú, hasta el
13 de diciembre. La exposición reúne 107 fotografías.
Por
Carola Arriagada. Teórica del arte / Chile
De madre francesa y padre austro-húngaro, Vivian Maier nació en New York
el año 1926 y falleció en 2009. En 1956 se instaló en Chicago, donde trabajó
como niñera por más de 40 años. Durante esos años llevó consigo una cámara
colgada al cuello para fotografiar diversas imágenes de su entorno. Son
fotografías que nunca mostró a nadie, incluso algunos rollos nunca fueron
revelados.
El hallazgo se realizó el año 2007, cuando John Maloof subastó una caja
de negativos por 380 dólares. Aquí comenzaba a rescatarse la vida de una
fotógrafa anónima hasta entonces. Maloof, al descubrir las imágenes de la caja,
buscó encontrar la identidad del autor y descubrir su historia.
Se comenzaba a revelar la artista detrás de las fotografías. Maier
fotografió su entorno urbano cotidiano, en miles de rollos y negativos,
llegando a juntar 100 mil negativos, además de 700 rollos en color y 2 mil en
blanco y negro sin revelar, conjuntamente 150 películas en 8 y 16 mm.
Vivian Maier es un caso que para los historiadores y teóricos del arte
es apasionante de analizar. Nos sumerge en cuestiones filosóficas y
epistemológicas respecto al arte. En una sociedad moderna, donde los artistas
son formados en escuelas de arte, a las cuales concurren para adquirir técnicas
que les permitan expresar sus sensibilidades e inquietudes artísticas, una
mujer sin esta formación, ni tampoco remota aproximación alguna al arte formal,
despliega innatamente dichas habilidades técnicas y una refinada sensibilidad
artística. Si nos adentramos en el rol del artista en la modernidad, lo que la
sociedad espera de éste es que se sitúe como individuo, es decir, que sea un
crítico de su entorno, que revele aquello que el sistema de mercado deja fuera,
que mire desde otro lugar, que su obra desconcierte, remeza, rompa con el punto
de vista habitual. Estos esencialismos del arte, Maier los producía de forma
natural.
Sus fotografías son imágenes recortadas de su realidad circundante, como
Susan Sontag señalara en sus estudios sobre la fotografía, “la manera moderna
de mirar es ver fragmentos”. La obra de Maier ha sido comparada con la del
célebre fotógrafo francés Henri Cartier Bresson, por sus tópicos espontáneos en
entornos urbanos, además de la fotógrafa estadounidense Diane Arbus, por sus
retratos descarnados y profundos. Sorprende cómo su obra pasa por composiciones
de la calle en lo cotidiano, encuadres espontáneos y dinámicos, retratos donde
los personajes posan para ella, autorretratos donde la composición se vuelve
más compleja y estudiada, la hábil precisión de la fotógrafa para conjugar imágenes
compuestas por diversos reflejos.
En la exposición también se encuentra la información que Maier dejó;
existe una grabación donde señala el motivo por el cual realizó sus
autorretratos, “para encontrar su sitio en el mundo”, sus imágenes eran una manera
de dejar un vestigio de su existencia, “ella se sentía condenada por la
sociedad a no tener identidad”.
Maier buscaba trascender a través de su obra, es probable que dejara esa
caja de este gran legado con la remota esperanza de que alguien en algún futuro
próximo la encontrara y revelara toda su existencia de fotógrafa, su yo
auténtico, no la niñera, sino la artista. Heidegger lo señaló: “El artista es
el origen de la obra. La obra es el origen del artista. Ninguno puede ser sin
el otro”.
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