Las obras de la artista Angélica Sáenz juegan con las escenas
cotidianas y la naturaleza,
todas dentro de una atmósfera de movimiento, para mostrar un
momento preciso capturado, previamente, con su cámara fotográfica.
Angélica Sáenz desde temprana edad vivió cercana al arte: su
madre pintaba, quien estudió con el maestro de la pintura realista, Miguel
Venegas Cifuentes. Angélica recuerda que cuando eran niñas, a ella y su
hermana, su madre les preparaba una paleta con pinturas y les colocaba una
cebolla de referente, para que así pintaran. Ambas, posteriormente, estudiarían
arte.
Sus temas siempre son variados, aunque el foco es el mismo.
Primeramente, en la Universidad, se inspiró en las bailarinas, admiraba la obra
de Degas, y con esta motivación sacaba fotografías de las estudiantes de la
escuela de Danza, lo que le permitió crear obras originales; tomaba negativos
de cada instante del movimiento de una bailarina, ya que desde ese entonces
quería expresar de forma particular el concepto de movimiento.
Además de sus estudios de Licenciatura en Artes Plásticas en la
Universidad de Chile, Angélica realizó dos cursos de pintura realista en
Estados Unidos. Uno dentro del centro de extensión de Harvard University, y
otro en la escuela del Museo de Fine Arts de Boston. En esa época pintaban en
una buhardilla y el profesor les enseñaba a un grupo heterogéneo de alumnos la
técnica de la pintura realista, impresionista, además de puntillista. Durante
ese periodo, copiaban obras de grandes maestros realistas que se encontraban en
el mismo museo, este ejercicio le permitió aprender a perfeccionar su técnica
al óleo, además de desarrollar la observación con mayor agudeza. Fue durante
esta época que se inclinó definitivamente por una expresión pictórica realista.
“Quisiera plasmar en la obra un instante para siempre”
Respecto de sus temas, son escenas cotidianas y simples, y lo
que le atrae es la naturaleza: desde variadas especies de pájaros de menor
tamaño, hasta cóndores y águilas, además paisajes del mar con sus olas,
reflejos y transparencias, también figuras humanas en ambientes naturales,
todas estas figuraciones dentro de una atmósfera de movimiento, de vientos
inasibles. Para esto, su gran aliada ha sido la fotografía ya que siempre está
buscando qué elemento de la naturaleza puede aportarle como inspiración para
sus obras. Con la cámara capta el instante que quiere transmitir en la pintura,
luego lo plasma en su lenguaje pictórico que expresa con trazos sueltos y
precisos. Sus colores son puros y limpios, paisajes luminosos, frescos,
expansivos, con el movimiento particular de la naturaleza, que la artista logra
expresar con sutileza y agilidad. Predomina el color azul en sus obras, como
ella misma define: “El azul es atmósfera”.
“El águila da la sensación que está rompiendo el aire en el cielo”
Un referente para ella es el pintor impresionista español
Joaquín Sorolla, de quien admira sus colores, su expresión y cómo este artista
lograba expresar los cuerpos mojados y el movimiento. Angélica, ha recurrido a
sus hijos para crear sus composiciones con figuras humanas: los capta de
espalda para que representen una figura universal, un niño o una joven, y así
el público pueda identificarse con ellos como imágenes genéricas. “Busco que
mis cuadros aquieten el espíritu, ayudar al espectador a que se sienta en paz
con lo que ve, creo ambientes tranquilos”, explica.
Si bien, hay un dinamismo en el vuelo de los pájaros, en el
oleaje de las aguas, y del viento sobre la naturaleza, este movimiento
particular que expresa la artista, es una creación ingrávida y delicada, tanto su
paleta de matices, la maestría pictórica, como la elección compositiva, que nos
invitan a adentrarnos en la contemplación de ambientes de quietud.
Por: Carola Arriagada. Teórica del arte / Chile.
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