jueves, 14 de marzo de 2024

PAULA Mein Leben soll ein Fest sein


En algunas ocasiones el cine nos permite conocer a diferentes artistas en mayor profundidad. Esta película nos invita ha descubrir la historia de una pintora que en vida no fue valorada, pero que hoy posee el primer museo dedicado a una artista mujer. De ahí el interés de contar su historia, evidenciar su legado y revelar su carácter.


Por Carola Arriagada / Teórica del arte
Crítica de cine PAULA Mein Leben soll ein Fest sein 
U. de Chile. Stgo, Chile.


El director de cine alemán Christian Schwochow realiza una biopic de la pintora alemana Paula Modersohn-Becker, transmitiendo en pantalla los momentos cotidianos donde se transparenta la personalidad de la artista. Una mujer moderna en el amplio sentido de la palabra, con ganas de expresarse y desplegar su ser, antes de tomar los roles habituales que la sociedad alemana de fines del siglo XIX esperaba de una mujer. 



La pintora Paula Modersohn-Becker era una joven de clase alta, que tenía inquietudes artísticas. Sin embargo, su familia, especialmente su padre esperaba que fuera profesora y formara una familia. 



Para el papel de la pintora, el director Christian Schwochow recurre al talento y natural ejecución de la actriz Carla Juri. Paula fue una artista importante porque es quien comienza el movimiento expresionista en su país. Ella quería retratar a la gente de su entorno, con naturalidad, sin detalles en el dibujo, con espesa pintura y dúctiles trazos, de una forma muy alejada al arte impuesto de la academia, su maestro en Alemania en ese entonces inculcaba: precisión y exatitud, y lo que expresaba Paula era según el mismo maestro, demasiado tosco. La película evidencia estás anecdotas que van dilucidando la forma y fondo de la obra de Modersohn-Becker.





Hay que destacar que la película posee una estética muy bella, la fotografía en la exposición de la luz, las puestas en escena en exteriores y las vestimentas de los personajes, retratan de una forma poética las postrimerías del siglo XIX e inicios del XX. Además los diferentes personajes muy bien interpretados, como lo es el esposo también pintor Otto Modersohn, interpretado por Albrecht Schuch logran desenvolverse alrededor de la personalidad luminosa y exuberante de la pintora. Una joven que no acepta límites, esto la lleva a trasladarse a Worpswede, Alemania, donde entabla una amistad con la escultora Clara Westhoff y el poeta Rainer Maria Rilke. Posteriormente, pasará un periodo en el idílico y mítico París Bohemio de la época, para así seguir su formación artística y humana, una forma de encontrarse no solo con el arte si no consigo misma, libre de lo cotidiano y las demandas de una vida común y corriente.





Desgraciadamente la artista muere tempranamente al poco tiempo de dar a luz a su hija, solo tenía 31 años. Sin embargo, dejó un legado de 700 pinturas y unos 1.000 dibujos. En sus pinturas se puede reconocer ciertos recursos de grandes artistas; como la pintura espesa que utilizaba Van Gogh, las formas del dibujo y colorido de Gauguin, el Cloisonismo de Émile Bernard y Louis Anquetin, que era un estilo de pintura postimpresionista donde se utilizan los colores planos, y formas con contornos oscuros delimitados.

Después de su muerte se convierte en la primera pintora en poseer su propio museo en Bremen, Alemania.


Dirección: Christian Schwochow / Guión: Stefan Kolditz y Stephan Suschke / Fotografía: Frank Lamm / Edición: Jens Klüber / Intérpretes: Carla Juri, Albrecht Schuch, Roxane Duran, Joel Basman / Duración: 123 minutos.

Trailer:

Película completa:

martes, 27 de agosto de 2019

ÉRASE UNA VEZ EN HOLLYWOOD


Lo nuevo de Tarantino es lo que fue Roma para Alfonso Cuarón, su visión de una época mirada con nostalgia y argucia, por lo tanto no habría que esperar que los hechos históricos que se citan en la película representaran la realidad, el director nos deja en claro que es su versión, su propio cuento al titularla “Érase una vez…”, es así que no tendríamos que asombrarnos por el final (no haré spoiler), pero es el sello de Tarantino, siempre logra sorprendernos.

Por Carola Arriagada / Teórica del arte
Crítica de cine ONCE UPON A TIME IN HOLLYWOOD
U. de Chile. Stgo, Chile.

La historia transcurre a fines de los años sesenta, el protagonista es Rick Dalton -interpretado espléndidamente por Leonardo DiCaprio-, Rick es un actor de western que cruzó los cuarenta años y se encuentra al borde de la decadencia, alcohólico y solitario, intenta seguir vigente en un Hollywood que está cambiando. Aquí el personaje que representa su doble llamado Cliff Booth, es interpretado por Brad Pitt de forma impecable, más que su doble es su amigo leal, y aunque aparentemente es un personaje secundario, ambos son protagonistas.


Habría que destacar la estética general de la película, un año 1969 recreado de forma magistral; la ciudad, las calles, los autos, letreros, vestuario, todo posee un arte que me imagino disfrutarán más los que tuvieron la oportunidad de vivir en esa época.

Es así como Tarantino se toma su tiempo para contemplar las locaciones y desplegar diálogos que en ocasiones no queda claro hacia donde conducen, por ratos hay escenas que se sientes lentas y aletargadas, sin embargo, el guión se sostiene gracias a las actuaciones que son soberbias.


Debo decir que todas las recreaciones de las series y películas donde actúa el actor protagonista encarnado por DiCaprio son sobresalientes, como Tarantino trabajó y cuidó la estética visual de cámara antigua de TV es impresionante, todo convence completamente.

El personaje de Margot Robbie que representa a la actriz Sharon Tate (víctima de los Manson en la matanza de 1969), parece nada más que un decorado, si bien es importante en la trama, sus escenas son escasas y superficiales, Tarantino retrata bien un estereotipo de mujer superficial de esa época que solo su belleza la sustenta.


Siento que esta apuesta es una oda a la cultura pop de la época, donde un Tarantino consagrado se da el lujo de hacer una película larga con apariciones de escenas y personajes que parecen más un capricho del director que un real aporte a la trama. Destacaría la aparición de Bruce Lee (la leyenda de las artes marciales) en una escena mordaz junto a Brad Pitt, es literalmente un fetichismo maniático del director, pero se agradece.

Debo decir que esperaba la intensidad que sentí con otras películas del director, pero es satisfactorio que nos muestre el lado B de una industria que de lejos se ve perfecta y llena de glamour.


Definitivamente su sello de violencia satírica la encontramos, más que horrorizar logra sacarnos carcajadas, y ahí uno se va del cine diciendo, bueno, era una de Tarantino.

lunes, 4 de marzo de 2019

AT ETERNITY'S GATE


Hay ocasiones legendarias, como cuando un director de cine que es además pintor, decide dirigir una biopic de un genio de la pintura. Este director ya se había inspirado anteriormente con la historia de otro artista, Basquiat, el pintor underground de la década de los ochenta.


Por Carola Arriagada / Teórica del arte
Crítica de cine AT ETERNITY'S GATE
U. de Chile. Stgo, Chile.


Julian Schnabel nos entrega su interpretación de los últimos días de Van Gogh, con sagacidad a la imagen de genio atormentado que tenemos de Vincent, le agrega la lucidez del artista que en las profundidades de su ser, se autoreconoce fuera de época. Así el director consigue envolvernos en la atmósfera estética de los cuadros del artista, los tomas panorámicas de los campos donde Van Gogh se adentra buscando inspiración, la cámara en perspectiva personal, consiguen envolvernos en su ambiente místico, luego las angustias del genio de la pintura, interpretados magistralmente por Willem Defoe, consiguen empaparnos de la sensación de desolación y dolor psíquico del artista.


 La estética fotográfica de la película va del claro/oscuro a colores irradiantes, las texturas conseguidas tanto en las pinturas como en las imágenes es un juego que nos revela que el director conoce de cerca la técnica de la pintura, la materia plástica, por los relieves y pastas que nos instala aun más en el mundo de Van Gogh. La estética de la película parece ir de un cuadro al óleo a otro, el trabajo de la luz y el desenfoque de la mitad inferior de la cámara para acentuar la mirada del artista -recurso que ya habíamos visto en el trabajo de Schnabel-, aumenta el énfasis sensible.



Los personajes secundarios nos evocan imaginariamente las imágenes de las pinturas, como el representado por Emmanuelle Seigner, cabe destacar las interpretaciones de Oscar Isaac como Gauguin y Rupert Friend como el hermano Theo.


Hay varios momentos en el drama que se podrían comentar, donde el carácter de Van Gogh interpretado con excelencia por Defoe nos envuelve melancólicamente, pero me quedaré con el diálogo de Vincent y el cura (Mads Mikkelsen) que lo visita en el manicomio, donde el guión de Schnabel, Louise Kugelberg y Jean-Claude Carrière, nos lleva a lugares insospechados, como la comparación de Jesús de Nazaret con el artista, debo agregar, -con una base real histórica-, creando una conversación delirante de antología.


Una muerte con otra interpretación, da al final un aporte que lejos de disolver la imagen del artista, lo humaniza aun más, entregándonos los más noble sentimientos de un hombre atormentado por su propia mente, abrazando su destino, la luminiscencia de quien se sabe genio y se rinde ante la eternidad.

viernes, 31 de agosto de 2018

Esferas de hormigón


Caminando por el Barrio Bellas Artes en el centro de Santiago, nunca me llamaron la atención varias esferas de hormigón que se encontraban en la vereda sur por la calle Monjitas a la altura de Mosqueto.

Por Carola Arriagada / Teórica del Arte  
Ensayo Arte y Espacio Público

U. de Chile. Stgo, Chile.

Hace algunos años las esferas se asomaron en el entorno de la calle al ser intervenidas, siendo pintadas de diferentes colores. Observe a un niño pequeño queriendo tomar una en sus brazos y vi a sus padres sonrientes diciéndole que no se podía, que era muy pesada. También me percaté de una pareja que estaban agachados con un plumón dibujando un rostro sobre otra de ellas. Las esferas pasaron de su estado pueril a destacarse y crear una interacción con los transeúntes. Pronto el diseño de cada una se convirtió en una creación colectiva, cada día se había agregado un pequeño grafiti, dibujo o mancha que alguien había dejado como registro de su paso por ese lugar, era un imaginario colectivo orgánico. Los colores que habían sido pintados en un inicio parecían haber iniciado un accionar gráfico de los ciudadanos cada vez que podían. Otro día vi un turista, que deduje que lo era no sólo por su fisonomía (rubio de ojos claros), si no por su vestimenta, porque andaba con pantalón corto y chalas en pleno invierno santiaguino, el anotó algo en una de las bolas de cemento, me agaché a mirar su anotación, decía: I loved the color of this country, la percepción de quien solo está de paso, pensé.


Pronto las esferas de hormigón tenían cada una un rostro con una sonrisa diferente, los colores con el tiempo fueron destiñéndose y los dibujos y grafitis borrándose entre la lluvia y el smog de Santiago. Ayer pasé por calle Monjitas, ahí habitan férreas las esferas, una tenía un stencil rosado que decía: Ni una menos, más allá otra tenía pegada un afiche de propaganda de una fiesta electrónica, parecía que cada una de ellas era un planeta, como los mundos que cohabitan en Santiago, cuerpos psíquicos de lo cotidiano, huellas personales y colectivas, desde la banal como la entretención, hasta la sustancial como las luchas sociales actuales.