En algunas ocasiones el cine nos permite conocer a diferentes artistas en mayor profundidad. Esta película nos invita ha descubrir la historia de una pintora que en vida no fue valorada, pero que hoy posee el primer museo dedicado a una artista mujer. De ahí el interés de contar su historia, evidenciar su legado y revelar su carácter.
Por Carola Arriagada / Teórica del arte
Crítica de cine PAULA Mein Leben soll ein Fest sein
U. de Chile. Stgo, Chile.
El director de cine alemán Christian Schwochow realiza una biopic de la pintora alemana Paula Modersohn-Becker, transmitiendo en pantalla los momentos cotidianos donde se transparenta la personalidad de la artista. Una mujer moderna en el amplio sentido de la palabra, con ganas de expresarse y desplegar su ser, antes de tomar los roles habituales que la sociedad alemana de fines del siglo XIX esperaba de una mujer.
La pintora Paula Modersohn-Becker era una joven de clase alta, que tenía inquietudes artísticas. Sin embargo, su familia, especialmente su padre esperaba que fuera profesora y formara una familia.
Para el papel de la pintora, el director Christian Schwochow recurre al talento y natural ejecución de la actriz Carla Juri. Paula fue una artista importante porque es quien comienza el movimiento expresionista en su país. Ella quería retratar a la gente de su entorno, con naturalidad, sin detalles en el dibujo, con espesa pintura y dúctiles trazos, de una forma muy alejada al arte impuesto de la academia, su maestro en Alemania en ese entonces inculcaba: precisión y exatitud, y lo que expresaba Paula era según el mismo maestro, demasiado tosco. La película evidencia estás anecdotas que van dilucidando la forma y fondo de la obra de Modersohn-Becker.
Hay que destacar que la película posee una estética muy bella, la fotografía en la exposición de la luz, las puestas en escena en exteriores y las vestimentas de los personajes, retratan de una forma poética las postrimerías del siglo XIX e inicios del XX. Además los diferentes personajes muy bien interpretados, como lo es el esposo también pintor Otto Modersohn, interpretado por Albrecht Schuch logran desenvolverse alrededor de la personalidad luminosa y exuberante de la pintora. Una joven que no acepta límites, esto la lleva a trasladarse a Worpswede, Alemania, donde entabla una amistad con la escultora Clara Westhoff y el poeta Rainer Maria Rilke. Posteriormente, pasará un periodo en el idílico y mítico París Bohemio de la época, para así seguir su formación artística y humana, una forma de encontrarse no solo con el arte si no consigo misma, libre de lo cotidiano y las demandas de una vida común y corriente.
Desgraciadamente la artista muere tempranamente al poco tiempo de dar a luz a su hija, solo tenía 31 años. Sin embargo, dejó un legado de 700 pinturas y unos 1.000 dibujos. En sus pinturas se puede reconocer ciertos recursos de grandes artistas; como la pintura espesa que utilizaba Van Gogh, las formas del dibujo y colorido de Gauguin, el Cloisonismo de Émile Bernard y Louis Anquetin, que era un estilo de pintura postimpresionista donde se utilizan los colores planos, y formas con contornos oscuros delimitados.
Después de su muerte se convierte en la primera pintora en poseer su propio museo en Bremen, Alemania.
Dirección: Christian Schwochow / Guión: Stefan Kolditz y Stephan Suschke / Fotografía: Frank Lamm / Edición: Jens Klüber / Intérpretes: Carla Juri, Albrecht Schuch, Roxane Duran, Joel Basman / Duración: 123 minutos.
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